Viaje irónico, viaje sentimental, Glosa concentra en su peripecia, que es una epifanía, los núcleos básicos del mundo de Juan José Saer, para quien narrar es, antes que nada, delimitar un espacio y una voz. Un trabajo muy sutil con los ritmos del relato oral y la sintaxis del habla construye aquí el tono de una prosa que modula los motivos, los temas, las variaciones, según un modelo de composición musical.¿Qué fue lo que realmente sucedió esa noche en la fiesta donde se festejó al poeta Jorge Washington Noriega? En una caminata por el centro de la ciudad, Leto y el Matemático reconstruyen esa fiesta en la que no estuvieron pero que conocen bien: circulan distintas versiones, todas enigmáticas y un poco delirantes, que son revisadas y vueltas a contar y discutidas o rectificadas. En esa larga conversación cruzan anécdotas, recuerdos, viejas historias e historias futuras: Leto, por ejemplo, no sabe aún que va a morir, en un departamento clandestino, acorralado por la represión, empujado al suicidio. Fiel a sí misma, la obra de Saer define uno de los caminos centrales de renovación en la literatura argentina después de Borges.’
Viaje irónico, viaje sentimental, Glosa concentra en su peripecia, que es una epifanía, los núcleos básicos del mundo de Juan José Saer, para quien narrar es, antes que nada, delimitar un espacio y una voz. Un trabajo muy sutil con los ritmos del relato oral y la sintaxis del habla construye aquí el tono de una prosa que modula los motivos, los temas, las variaciones, según un modelo de composición musical.¿Qué fue lo que realmente sucedió esa noche en la fiesta donde se festejó al poeta Jorge Washington Noriega? En una caminata por el centro de la ciudad, Leto y el Matemático reconstruyen esa fiesta en la que no estuvieron pero que conocen bien: circulan distintas versiones, todas enigmáticas y un poco delirantes, que son revisadas y vueltas a contar y discutidas o rectificadas. En esa larga conversación cruzan anécdotas, recuerdos, viejas historias e historias futuras: Leto, por ejemplo, no sabe aún que va a morir, en un departamento clandestino, acorralado por la represión, empujado al suicidio. Fiel a sí misma, la obra de Saer define uno de los caminos centrales de renovación en la literatura argentina después de Borges.’